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"El cambio es la única cosa inmutable" 

Arthur Schopenhauer

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  • Foto del escritorBoyan Tsonev

Una UE ausente y una extrema derecha muy presente.

Actualizado: 10 dic 2018

El retorno de la extrema derecha al tablero político es una realidad, la reciente victoria de Jair Bolsonaro en Brasil ha confirmado que es una tendencia global. En cuanto al ámbito europeo, tenemos varios ejemplos en Europa occidental y central, ¿pero y más allá? ¿Hasta qué punto ha sido la UE pasiva con las prácticas de algunos países miembros? ¿Cuáles han sido las recientes actuaciones de nuevos aliados de la UE como Ucrania?

 

Durante los últimos meses se viene hablando, prácticamente de manera diaria, acerca del auge de los candidatos de “lo nacional” dentro de la UE. En países como Alemania, Italia o Hungría tenemos ejemplos claros. En España también, aunque por ahora en menor medida. Muchos analistas y expertos afirman que este auge se debe a la difícil situación económica y social que atraviesa la UE, cuya coyuntura es aprovechada por esa clase de partidos. ¿Pero es acaso algo tan reciente nos hacen creer? Durante años se han venido produciendo marchas honrando a las SS en los países bálticos o actos de vandalismo contra monumentos y cementerios de la segunda guerra mundial en Polonia, además del reconocimiento de colaboradores con el nazismo como “héroes nacionales” en países aliados de la UE como Ucrania. Todo esto bajo una pasividad casi absoluta de la UE y sus instituciones.


Letonia. Tras su independencia de la URSS en 1991, Letonia contaba con una numerosa minoría de población étnica rusa, ucraniana y bielorrusa (aproximadamente 600.000 personas) que fue forzada a desplazarse allí en tiempos de Stalin o que emigró durante los años posteriores al fin de la Segunda Guerra Mundial debido al mayor desarrollo de esas repúblicas en comparación al resto de la URSS. Los sucesivos gobiernos letones desde 1991 han considerado como “no ciudadanos” a todo aquel que no haya nacido en Letonia antes de que pasase a formar parte de la Unión Soviética en 1940, o sea descendiente de tal persona. Hoy en día hay aproximadamente 237.759 “no ciudadanos” en Letonia que no gozan de derechos tan elementales como el sufragio activo y pasivo o la participación en partidos políticos. Además de eso, se les impide ejercer profesiones como: juez, policía o bombero, entre otras. Para obtener la ciudadanía, con la que ya deberían contar, el estado letón requiere que se supere un “examen estatal de naturalización”. En octubre de este año se aprobó una ley que limitará aún más el uso del idioma de la minoría rusa en las escuelas, algo que afecta también a las minorías bielorrusa y ucraniana. Después de más de medio siglo de convivencia pacífica con dichas minorías, el estado Letón quiere imponerles la “letonización” y progresiva conversión étnica y cultural como condición previa para que puedan ejercer derechos tan elementales como el voto. Desde los años 90, más de 300.000 personas étnicamente rusas, bielorrusas o ucranianas han optado por obtener la ciudadanía letona para poder ejercer su derecho al voto, renunciando por ello a utilizar sus idiomas, al menos oficialmente.

Hasta cierto punto Letonia está aplicando las mismas (tan criticadas) leyes que aplicaba la URSS para la “rusificación” de la población local.


El partido “de la minoría rusa” “Saskaņa” (Armonía) se ha venido alzando con la victoria en las últimas elecciones al Saeima (parlamento letón), en su mayor parte debido al gran abstencionismo que hay entre la población étnica letona. Tan solo hubo un 54.58% de participación en las elecciones parlamentarias de octubre de este año. No obstante, éste partido, que también recibe los votos de las otras minorías, tan solo dirige los municipios del sureste del país y le es muy difícil llegar a acuerdos con otros partidos de la Saeima. Saskana dirige también el ayuntamiento de Riga, pero a través de acuerdos con otros partidos que hasta cierto punto limitan sus actuaciones. El reciente resultado de las últimas elecciones parlamentarias hizo que sonaran las alarmas en toda la UE y que personalidades tan importantes como Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, pusiesen un grito en el cielo acerca de “la amenaza rusa a la UE”. Recordemos que no solo la minoría rusa vota al partido Saskana. ¿Tan peligroso es que las minorías étnicas, que constituyen aproximadamente el 30% de la población, quieran verse representadas a través de unas elecciones democráticas?

Cabe mencionar que desde 1994 en Letonia se llevan celebrando cada mes de marzo marchas en honor a La Legión Letona (15. ª División de granaderos de las SS y la 19. ª División de Granaderos de las SS). A estos eventos asisten no solo veteranos, también simpatizantes y diputados letones. Ante todo esto la UE no ha parecido inmutarse mucho, la Comisión Europea apenas ha hecho mención sobre el asunto. Tan solo en 2011 el alto comisionado de minorías nacionales de la OSCE animó a Letonia a dejar que los “no ciudadanos” pudiesen votar. Desde 2008 varios informes del departamento de estado de EE.UU informan acerca de abuso policial, detenciones arbitrarias, corrupción judicial, violencia contra minorías étnicas y discriminación gubernamental a las mismas. También denuncian la situación de discriminación hacia los LGTB y la población romaní.

En Estonia y Lituania el clima que se respira no es muy distinto.


Delegaciones de Estonia, Letonia y Lituania desfilan juntos para hacer ofrendas a los veteranos bálticos de las SS

En Estonia, cada 24 de febrero (Día de la Independencia), nacionalistas letones se reúnen en la capital, Tallin, con antorchas en la mano y con los uniformes de la 20ª división SS. A dichas concentraciones acude el ala juvenil del Partido Popular Conservador estonio. En 2015 fue invitada la “Juventud Nórdica”, una organización neonazi sueca y recientemente también fue invitado el partido de extrema derecha ucraniano Svoboda (libertad).

En Lituania, cada mes de marzo se reúnen en Vilnius veteranos y simpatizantes de las antiguas formaciones SS bálticas con gritos como “¡No arios fuera de Lituania!”. A estos actos acude también representación política.

Los estados bálticos llevan veinte años glorificando a los veteranos de las tropas nazis participantes en la Segunda Guerra Mundial, con la complicidad de sus gobiernos y la pasividad de la UE. La principal razón para esto parece ser la importante posición que ocupan dichos países para la “contención rusa” de la OTAN en su flanco este. Pero, ¿de verdad es necesario permitir que glorifiquen el pasado nazi y pisoteen los valores de la UE establecidos en artículos como el 2º del TUE de los que son firmantes?

Ucrania: Pese a que Ucrania no es un país miembro de la UE, durante los últimos años ha ido ganando en notoriedad y presencia dentro de las instituciones de la organización. La presencia de la extrema derecha en el país no es algo nuevo y de hecho se está revitalizando a un ritmo alarmante.

Durante la Segunda Guerra Mundial, organizaciones como la OUN (organización de nacionalistas ucranianos) encabezada por Stepan Bandera, y su brazo militar, la UPA (ejército insurgente ucraniano) encabezado por personajes notables como Roman Shukhevych, colaboraron con las tropas invasoras de la Alemania nazi en el mantenimiento del “orden” tras las líneas del frente alemán, principalmente en sus áreas afines del oeste de Ucrania. Es destacada la participación de ambas organizaciones en diferentes pogromos, operaciones anti-comunistas y en masacres como las de Volinia y Galitzia oriental (más de 100.000 muertos, principalmente polacos, entre muchos otros).


Marcha del partido de extrema derecha Svoboda. Se puede observar a una mujer portando un retrato de Stepan Bandera además de las banderas (rojo y negro) de la Organización de Nacionalistas ucranianos de la que Bandera era líder.

Tanto Roman Shukhevych como Stepan Bandera fueron galardonados póstumamente con el título de “héroe de Ucrania” por el presidente Viktor Yushchenko en 2007 y 2009 respectivamente. En su día el Parlamento Europeo, junto con los gobiernos de Polonia, Rusia e Israel denunciaron públicamente las acciones de Yushchenko.

Las autoridades ucranianas justifican muchas de sus acciones alegando que “sufrieron una invasión militar y cultural por parte de la antigua URSS y ahora Rusia”. De hecho, este revisionismo se impondría fácilmente si no hubiera tenido lugar el Holocausto, pues los nazis y sus aliados combatían el “judeobolchevismo”. Las proclamas anticomunistas tienen siempre buena prensa, pero el genocidio que sufrieron los judíos no. No obstante algunas autoridades ucranianas persisten en denunciar los “crímenes judíos”. Tal y como publica Le Monde Diplomatique, en 2009 los Servicios de Seguridad de Ucrania (SBU) publicaron una lista de “responsables de la hambruna de 1932 a 1933” (Holodomor), y los principales nombres eran judíos.

El posterior gobierno de Víktor Yanukovich se encargó de anular las condecoraciones a los líderes de la OUN-UPA. De todas formas, Yanukovich fue expulsado del poder durante el Maidán (2013-2014) durante el cual se observó a un gran número de personas portando el retrato de ambos líderes, banderas de la OUN y simbología de partidos de extrema derecha como Svoboda (libertad) o Pravy Sektor (sector derecho). Recordemos que el Maidán fue públicamente apoyado no solo por la UE, sino que contó con la presencia en Kiev de políticos de EE.UU como los senadores John McCain, Chris Murphy y la portavoz del Departamento de Estado Victoria Nuland, escoltados en todo momento por diversos políticos ucranianos como Oleg Tiagnibok, líder del partido de extrema derecha Svoboda.


Concentración de Svoboda y otros grupos. En la camiseta que lleva el joven se puede observar el emblema del batallón de castigo ultranacionalista Azov. Un emblema bastante similar al de la 2ª División de las SS "Das Reich", pero invertido.

El nuevo gobierno de Petro Poroshenko, comprometido aliado de la UE y de la OTAN, parece querer volver a repetir las acciones de Yushchenko o incluso volver más en el pasado. Según el Instituto Ucraniano de Memoria Nacional, más de 50.000 calles, plazas y otros “centros” han sido rebautizados (desde 2015) con el nombre de Stepan Bandera. En 2017 el ayuntamiento de Kiev cambió de nombre una de las avenidas principales de la ciudad a “Avenida de Stepan Bandera”. Se han sucedido desfiles, homenajes y construcciones de monumentos a las “memorias nacionales que revalorizan las resistencias patrióticas” de los años 1941 y 1945. Han tenido lugar acciones como la prohibición del partido comunista o el retorno al uso de eslóganes como “Слава Україні! Героям слава!”, (Gloria a Ucrania, gloria a los héroes), se ha rehabilitado la memoria de las Waffen SS Galitzia y se ha declarado por decreto a sus veteranos como “héroes”. Ante este repunte, y dada la actual situación de conflicto entre Ucrania y Rusia, la UE optó por no criticar a su nuevo aliado.


Algo similar se puede ver en países como Rumanía, donde la figura del dictador fascista Ion Antonescu se trata de “restaurar” política y judicialmente a través de la anulación parcial de sus condenas por parte de los órganos judiciales rumanos o la construcción de monumentos en su memoria.


En Polonia se legisló para que las Brigadas Internacionales que combatieron en España durante la Guerra Civil tuviesen la consideración de “traidores y criminales” y se eliminasen sus nombres de los registros, además de retirarles todas las pensiones. Se han sucedido los ataques y demoliciones de monumentos y cementerios de tropas de la Armia Ludowa y del ejército soviético. Como contrapartida en Polonia resurgen los ideales de Jozef Piłsudski y el “Międzymorze”, un proyecto de federación, liderada por Polonia, que aspira a recuperar las fronteras de la Mancomunidad Polaco-Lituana, sumándole aún más territorios que se expandirían desde el Mar Báltico hasta el Mar Negro. Recientemente también se han visto en el país una serie de reformas judiciales controvertidas y un intento de limitar la separación de poderes, ante lo cual la UE ha respondido activando los mecanismos de sanción contemplados en el artículo 7º del TUE, algo que Polonia no ha parecido tomarse muy en serio.


En el actual contexto de “guerra fría” que vive la Unión Europea, las políticas de “gestión del pasado” parecen estar más destinadas a instrumentalizar la historia que a conocerla verdaderamente y dada la importancia estratégica de estos países, la UE se ve en la necesidad de actuar con cautela y en muchos casos hacer caso omiso a ciertas "prácticas", ¿pero hasta qué punto podrá seguir consintiéndolas?

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