Todos corruptos
- enri-fdez
- 15 oct 2018
- 5 Min. de lectura
Operación Púnica. Tarjetas black, Caso Bárcenas, EREs, Trama Gürtel, corrupción en los sindicatos con sus estrafalarias mariscadas y un sinuoso y repulsivo etcétera. El gesto más habitual de las comidas españolas: oír un titular sobre corrupción en las noticias de fondo, resoplar y seguir comiendo. “Siempre igual, siempre robando…” Y sin embargo, a mí se me plantea un interrogante: ¿Estamos todos legitimados para quejarnos de la corrupción?
Ahora que el tema del separatismo catalán se ha vuelto a poner de moda, me sirve de perfecto ejemplo para ilustrar nuestra hipocresía aquel programa de TV3 en el que Pilar Rahola, separatista catalana de pro, se rió en la cara de un independentista del Valle de Arán. Para quien no lo sepa, el Valle de Arán es una pequeña comarca catalana del tamaño aproximado de Menorca, en la cual existe un fuerte sentimiento nacionalista cuyos seguidores justifican mediante la existencia de una lengua – el aranés – y una cultura propias y diferentes de las del resto de Cataluña. El aranés le dijo a la Rahola que, igual que ella decía sentirse extranjera cuando iba a Madrid, él se sentía del mismo modo cuando estaba en Barcelona; porque igual que la Rahola decía estar fuera de su nación cuando salía de Cataluña, el se sentía extranjero fuera del Val d’Aran. Pues a Pilar Rahola, en resumidas cuentas, le faltó hacerle un corte de mangas al chaval.
No quiero poner a todos los separatistas catalanes al nivel de Pilar Rahola, faltaría más; pero desde luego, da que pensar hasta dónde llegarían las personas hipócritas defendiendo sus convicciones. Imaginemos una Cataluña independiente en la que la Administración de Gerona comenzara a adoctrinar a sus niños en las escuelas públicas, a tapar los aspectos más incómodos de su gestión con una estelada gerundense y a culpar de todos los males al gobierno de Barcelona. Imaginemos que acaba por instalarse (o inflamarse, en el caso de que ya existiera) en la sociedad gerundense un fuerte sentimiento nacionalista que se lleva a la política bajo la forma de reclamaciones independentistas. Imaginemos, al fin y al cabo, que pasara lo mismo que ha pasado con Cataluña en la vida real. ¿Apoyarían todos esos miles y miles de separatistas catalanes que en septiembre inundaron Barcelona una posible independencia de Gerona debido a ese sentimiento? ¿Permitirían siquiera una consulta sobre el tema? “El dimoni fa les olles, però no sap fer les tapadores”.
O esos que arremetían contra el sacrificio del perro Exkalibur, creyendo que el respeto y la defensa de los animales consisten en igualar el valor de sus vidas a las de un ser humano. Esos que aluden a la repatriación de ciudadanos españoles contagiados en África como justificación de la obligación, por parte de Sanidad, de trasladar y tratar al perro en un hospital público. Imaginemos que, por cualquier error o circunstancia adversa, como las que dieron lugar al contagio de Teresa Romero, el animal infectara al hijo, novia, madre o lo que sea de alguno de estos “defensores de los animales”. ¿Seguirían todos indignados con el asesinato?
Pues, en línea con los renglones que dan comienzo a este texto, yo pregunto lo siguiente: ¿hasta dónde llegaría el asco por la corrupción de los políticos? No hay nadie que no se cabree cuando ve a algún representante, no importa de qué partido, al que han trincado metiendo mano a las arcas públicas. Incluso hay gente que usa estas situaciones para justificar su abstencionismo. Pero, ¿están todos los que critican la corrupción de los políticos legitimados para hacerlo? La respuesta fácil es que sí, porque con lo que están jugando – por llamarlo de alguna forma – es con nuestro dinero.
Pero entonces, la gente que no lo declara todo, que paga o cobra en negro cuando puede elegir la otra opción, que pregunta por el precio con IVA y sin IVA… en definitiva, la gente que defrauda al Estado cuando otros actúan con decencia, pero que luego va a la sanidad pública, usa las carreteras y llama a la poli, ¿esos no están jugando con el dinero de todos? Cada año, nuestro Estado deja de recaudar miles y miles de millones de euros gracias a esta economía sumergida. Docenas de miles de millones; cientos, dicen algunos. Eso es casi una cuarta parte del PIB nacional de un año. ¿Quiénes son los culpables de esta injusticia para criticar a los políticos que hacen lo mismo que ellos? ¿Son más graves las faltas de los políticos del PP o del PSOE o de IU por el mero hecho de que salen en las noticias?
No seré yo quien defienda, desde luego, a los miserables que han protagonizado los escándalos que llenan nuestros telediarios. Como es obvio, este texto no comporta la más mínima justificación hacia esos ladrones que han saqueado nuestro dinero. No es ya que falten colegios, hospitales o sueldos públicos, que también. Es que hay gente que pasa hambre, hay millones de españoles hundidos en la pobreza. Y ellos, que se dicen al servicio de la ciudadanía, no sólo hacen auténticas imbecilidades con nuestro dinero para contentar a los amiguetes, no; es que se lo llevan a casa, nos lo roban a manos llenas, y luego alguno tiene hasta el valor de ir a la tele a despotricar contra los corruptos.
Sin embargo, sí que apelo a la conciencia de todos al defender que no, no todo el mundo puede quejarse de la corrupción legítimamente. Tienen todo el derecho del mundo a ello, pero pecan de hipocresía. Que cada uno se haga esa pregunta a la que en público por supuesto respondería con un “no” indignadísimo: ¿y si fueras tú? Si fueras presidente de X, consejero de Y, portavoz de Z… Si te ofrecieran una pasta por echar una firmita, o por hacer un poquito de vista gorda, o si simplemente vieras que te la puedes quedar sin que nadie se dé cuenta. ¿Trincarías? Pensando en la de agujeros que podrías tapar, en la de viajes que podrías hacer… Pues si en el fondo sabes que sí, cállate. La mayoría de los españoles somos honrados, por supuesto. Pero la otra minoría, cuando vean a los ladrones de traje, que se calle la boca si no quieren ser hipócritas además de deshonestos.
Los políticos, por norma general, constituyen un reflejo de las sociedades que gobiernan. Y cuando esto no es así, surgen problemas pero de los gordos. Lo cierto, aunque a muchos nos duela, es que nuestros políticos son en cierta medida nuestro reflejo como sociedad. Reflejan la apatía de una sociedad que de verdad no se ha indignado ante la corrupción hasta que empezó la crisis; una sociedad que consiente las facturas sin factura, pero se arranca enseguida contra las tarjetas, los maletines y las cajas de zapatos.
Tenemos que votar a políticos diferentes de los que tenemos ahora, eso está claro. Tenemos que exigir que se celebren primarias para poder elegir a algún candidato que no apeste a la legua. Sin embargo, la cosa no es tan sencilla. Ellos son parte de nuestra sociedad (y, concretamente en España, una parte importante, porque aquí hay más políticos que botellines); por lo tanto, aquí también tiene que haber un cambio importante. Que yo soy el primero que defiende una bajada de impuestos en este país, pero que, mientras defraudes como ciudadano, no eres nadie para criticar a los políticos corruptos. De hecho, deberías quejarte menos, porque al fin y al cabo te están representando estupendamente.
En este país hace falta un cambio de valoraciones. Tenemos que poner otra vez de moda la honradez, la honestidad, la sinceridad y la transparencia. En los partidos, en las instituciones, y en la calle.

Y es que hay mucho listo de esos, hay mucho corrupto a pequeña escala y sin maletín. Vaya si los hay.
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