Midterm Season (I): Situación económica de EE.UU. El entrante paras las `midterm elections´.
- enri-fdez
- 5 nov 2018
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Estados Unidos crece gracias al pasado año económico que estuvo marcado por el primer año de la administración del presidente de los Estados Unidos de América (EE. UU), Donald Trump, la cual realizó algunas de las medidas que prometía el presidente durante su campaña electoral del 2016.
Todos los hechos del año 2017 han marcado algunos de los puntos que conforman la base para la situación económica estadounidense de ese año y del actual año 2018. Inicialmente, Estados Unidos contempla un crecimiento del Producto Interno Bruto anual del 2,8% en 2018. Esta cifra refleja el fortalecimiento de su economía gracias al impulso fiscal de su gobierno.
Este impulso fiscal es fruto de la primera victoria legislativa que obtuvo el presidente Trump al firmar la mayor reforma del sistema fiscal de EE. UU donde se incluye un recorte del impuesto sobre sociedades el cual pasó de 35% a 21%.
A lo largo del primer trimestre del 2018, el crecimiento del producto interior bruto (PIB) según los cálculos del Departamento de Comercio fue del 2,3%, cifra que sorprendió a los analistas pues era menor a la calculada. La desaceleración en el crecimiento del PIB en el primer trimestre reflejó la caída del consumo, las exportaciones, los gastos a nivel estatal y local, y el gasto del gobierno federal. A pesar de ello, la inversión empresarial registró un sólido repunte, con un incremento en la compra de bienes de equipo del 5,8%. Este repunte refleja el optimismo de las empresas en el futuro económico norteamericano gracias a las continuas intervenciones públicas del presidente donde se reforzaba la idea del fortalecimiento de la economía norteamericana.
Es precisamente este optimismo traducido en la inversión anteriormente citada lo que contribuyó enormente a que el crecimiento del PBI estadounidense durante el segundo trimestre fuese del 4,1%, el ritmo más alto en cuatro años. El repunte es sólido frente al 2,2% de los tres primeros meses del año. En los tres trimestres anteriores el crecimiento del PIB ya rondó el 3% que vislumbraba y prometía el mandatario republicano y que necesita para generar los ingresos con los que costearía las medidas de su plan económico, como la rebaja de impuestos. El mejor trimestre hasta ahora en la recuperación tras la crisis fue el tercero de 2014, cuando EE. UU creció un 4,9%.
Por otro lado, la deuda pública sigue siendo elevada (por sobre 20 billones USD y cerca de 105% del PIB) y según las previsiones, seguirá creciendo. A principios de 2018 la administración Trump emitió una propuesta de presupuesto federal de 4,4 billones USD para 2019, centrada en un mayor gasto militar y en la política migratoria. El presupuesto muestra un déficit para 2019 de 984.000 millones USD.
El consumo privado, que representa dos terceras partes de la economía, se refuerza al crecer un 4% desde un anémico 0,9% en el arranque de 2018. Es un ritmo superior a la tendencia media del 2,6% de los últimos años y que el presidente puede atribuir a sus incentivos fiscales. Un mercado laboral en pleno empleo, el alza de los salarios, los recortes de impuestos y el repunte de la confianza dan sustento.
El sólido dato de crecimiento se ha publicado coincidiendo con una actitud más agresiva de Trump en el ámbito del comercio internacional. El establecimiento de nuevos aranceles y la apreciación del dólar están obligando a las grandes multinacionales a revisar a la baja sus proyecciones de negocio. Las consecuencias de la nueva política comercial de Trump ya se sienten en la economía estadounidense. Las exportaciones crecieron un 9,3% gracias al aumento de las exportaciones de Soja a China anticipándose a la entrada en vigor del arancel a los productos agrícolas de EE UU como medida de retorsión. Ese efecto positivo del lado de las exportaciones, que se estima aportó más de un punto al producto interior bruto lo que denota cierta artificialidad.
Con todos estos datos es fácil vislumbrar que Estados Unidos llega a las elecciones de medio mandato con crecimiento y poco paro, pero también con desequilibrios.
El empuje de la industria pesada está haciendo aflorar nuevas “start-up” y algunas noticias como los traslados de entidades empresariales a lo largo y ancho de EE. UU confirman el potencial económico desatado en el hegemón norteamericano.
Cuando Donald Trump aprobó a finales de 2017 su gran rebaja de impuestos, de 1,5 billones de dólares en 10 años unida a un programa de desregulación, la política económica norteamericana era objeto de comparación con el expresidente Ronald Reagan, quien luego tuvo que ajustar el gasto público y subir impuestos para pagar su reforma fiscal. Pero lo que pasó entre 1982 y 1989 fue la mayor expansión sostenida de la actividad que se había registrado hasta entonces, con el empleo en cifras récord.
Retomando el presente, Estados Unidos experimenta su segundo mayor periodo de expansión continuado de la historia, solo superado por los 120 meses de la década de los noventa. Además, si para julio de 2019 no ha sufrido ningún obstáculo que le ralentice, será el ciclo más largo al alza en la historia de EE.UU. La Reserva Federal calcula que se cerrará este año con un crecimiento del 3,1% y la tasa de paro se encuentra en el 3,7%, el nivel más bajo desde la Guerra de Vietnam.
Los datos de 2018 reflejan la recuperación del empleo en el sector manufacturero, motivado por la mejora de la demanda interior y exterior, y de la minería, debido en buena parte a los precios del petróleo. Mientras, los servicios se han desacelerado.
Traducido a niveles regionales, mientras los condados que votaron a Hillary Clinton en las elecciones presidenciales de 2016 experimentaron un crecimiento del empleo anualizado del 4% en el primer trimestre, los que lo hicieron por Trump registraron un 5,1%, por encima del 4,9% del año anterior y del 4,3% de 2016. La economía es la mejor baza electoral del republicano, en parte por la tendencia expansiva desde la salida de la recesión y en parte por el último aluvión de estímulos, vía recorte de impuestos o aumento de gasto público. Aun así, apuesta por azuzar la inmigración para movilizar a sus bases.
Por otra parte, la guerra comercial iniciada por Trump contra China es precisamente sobre la soja, el cultivo más abundante del Estado. Hay muchas norteamericanas que se están viendo perjudicadas por las tensiones comerciales, algo que preocupaba mucho a los legisladores que este 6 de noviembre tienen que pedirles el voto.
La pregunta a la hora de analizar estas épocas de gloria económica siempre acaba en el mismo lugar: ¿en cuánto se beneficia la clase media? En septiembre pasado, con relación a 2017, el salario medio semanal creció en términos reales (es decir, descontando la inflación) un discreto 1,1%.
EE. UU avanza a velocidad de crucero de manera global pero los desequilibrios existentes en estados claves para las elecciones del 2016 podrían hacer tambalear el poder del magnate neoyorkino y dar una vuelta de 180º en su política económica nacional e internacional. El sueño americano sigue presente en todas las familias norteamericanas pero el alza de los precios y la subida marginal de los salarios estadounidenses no calman los ánimos. Sin duda en Estados Unidos hay mucho más pan pero no todas las migas llegan por igual ni con los mismos tamaños a las bocas de las familias norteamericanas.
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