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"El cambio es la única cosa inmutable" 

Arthur Schopenhauer

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Europa: Close Arms

Hace apenas unas semanas se cumplía el tercer aniversario de la muerte del pequeño Aylan. Su imagen inerte en aquella playa griega, que no aparecerá aquí por respeto a él y a lo que representa, parecía que iba a significar un cambio radical en las políticas de exteriores e inmigración de Europa.

 

Todos conocemos su historia. A una velocidad inusitada, su fallecimiento provocó una reacción en cadena en la sociedad y en la política europea. Los máximos representantes de cada país se comprometieron en diversas cumbres a admitir ciertas cuotas* de refugiados, por los que Unión Europea daría una ayuda de 6.000€ anuales. España, en su caso, negoció la cifra de 17.680 personas a reubicar e integrar en su sociedad; hasta el momento, no han llegado más de 2.500, un 14%. Pero el fracaso ha sido global y generalizado en Europa. Solo Malta cumplió con su objetivo, y Finlandia e Irlanda están muy cerca de hacerlo. Sin embargo, la UE tiene más motivos por los que avergonzarse.


El Tratado de la Vergüenza*, firmado con Turquía, por el que la Unión blindaba su frontera en Grecia, realizando una especie de subcontrata, pagando 6.000 millones de € hasta finales de este mismo año para que Turquía impida que más refugiados lleguen a costas europeas desde las suyas. En resumen, escurrir el bulto. Así lo explicó CTXT.


Hay un tercer motivo que provoca la vergüenza de la vieja Europa, como es la

desmemoria. La célebre cita “el pueblo que no conoce su historia, está condenado a repetirla”, es un claro reflejo de lo que ocurre en el continente: desconexión total de la política con la sociedad, y el auge más que peligroso de la ultraderecha por todos los países, incluido España. Si Europa no reacciona, personas como Salvini o LePen parecerán comunistas al lado de lo que se avecinaría, cuando, en verdad, no son más que una nueva generación de fascistas.


En verdad, la amenaza para Europa consiste en una propia amenaza para el mundo tal y como lo conocemos. Un mundo que solo piensa que amurallar sus fronteras como si el hambre se acabara por ver una afilada concertina en Melilla o un militar con ametralladora en la frontera mexicana. Sí, Estados Unidos también se debe incluir en este problema. En su caso, la falta de soluciones no se debe solo a las razones europeas, sino también a la falta de experiencia en un conflicto bélico o catástrofe que obligue a todo un país a emigrar.


La conclusión de este artículo es que el asesinato de Aylan no condujo a ninguna conclusión, valga la redundancia. Su muerte quedará impune, y aunque para muchos ya esté olvidada y sea solo un número más, esto es cuestión de suerte, de nacer a un lado o al otro de la frontera o del gran cementerio que es el Mar Mediterraneo.

Inmigrantes a bordo del barco Aquarius, de Proactiva Open Arms. Hoy mismo le ha sido retirada la bandera panameña con la que operaba por presiones del neofascista Salvini. Pero ninguna persona puede frenar las ansias de paz y futuro de un ser humano.

Pero para que no todo sean palabras vacías como la de esos políticos que incumplen sus promesas en incontables “cumbres clave”, es más que necesario plasmar ciertas propuestas que deberían llevarse a cabo, porque ONG’s como Open Arms no pueden solas:

- Reconstrucción y apaciguamiento de las zonas en conflicto mediante la firma de tratados que impidan de forma efectiva la venta de armas a países en conflicto y que violen los derechos humanos. Esto debería conducir a una reconversión industrial “no traumática” de los sectores afectados.

- Repoblación y rejuvenecimiento de Europa con la inclusión de población inmigrante: este es un hecho que será real tarde o temprano. Además, es apoyado tanto por motivos demográficos como económicos (sistema de pensiones, estado de bienestar, etc), pero sobre todo por motivos humanos, ya que solo el racismo irracional impide aceptar a personas de diferentes culturas en nuestras sociedades.

- Recomposición de una izquierda que sea capaz de actuar sin complejos y gane de nuevo la batalla a la ultraderecha y al racismo, que se alimentan del malestar de la población por el maltrato sufrido durante la crisis. Explicar de forma clara a la población que la inmigración es un drama, que cualquiera podría sufrirlo y que esto no es una invasión, sino una consecuencia de las políticas exteriores de Occidente.


Es muy posible (seguro se podría decir) que los políticos que provocaron esta situación la arreglen. Europa tiene una oportunidad en pocos meses y no puede dejarla escapar.

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